Duelo y Pérdida: Cómo Afrontar el Dolor | Terapia de Duelo en Vigo con Sara Cacheda
Es una desorientación completa: el cuerpo sigue aquí, pero una parte de tu mundo desapareció. Los días se llenan de ausencias pequeñas, un olor, una taza, una canción, una silla vacía, que de pronto pesan toneladas. Te levantas y durante unos segundos todo parece normal…hasta que recuerdas. Ahí llega el golpe, esa mezcla de incredulidad y vacío que no se puede explicar con palabras.
Perder a alguien (o algo) que amamos —una persona, una relación, una etapa— rompe el sentido con el que vivíamos. Y cada persona lo vive a su manera: unos lloran mucho, otros no pueden llorar; hay quien se refugia en la actividad y quien no puede moverse. No hay una forma correcta de hacerlo.
Cuando el mundo sigue y tú no puedes
Una de las cosas más duras del duelo es que el mundo no se detiene. La gente sigue con su rutina, los mensajes se contestan, las calles siguen llenas… y tú vas por dentro a otro ritmo.
Hay días en que todo te parece irreal, como si miraras la vida desde fuera. Y otros en que la tristeza cae de golpe, sin aviso, como una ola.
Aparecen pensamientos que asustan (“no me voy a recuperar nunca”, “debería estar mejor ya”) y culpas por lo que dijiste o no dijiste, por haberte reído o tener un rato de calma. El duelo no es una enfermedad que se cure: es una experiencia que se atraviesa. Y atravesar no significa olvidar; significa aprender a vivir con la ausencia.
Las etapas del duelo (para orientarse, no para examinarse)
Las cinco etapas clásicas —negación, ira, negociación, depresión, aceptación— ayudan a poner nombre, pero no son lineales ni obligatorias. Puedes pasar por varias en un mismo día o quedarte un tiempo en una y saltar a otra sin previo aviso.
- Negación: “Esto no puede estar pasando”. Es un freno de emergencia que amortigua el impacto.
- Ira: el dolor pide salida; a veces con uno mismo, con otros, con “la vida”.
- Negociación: intentos de recuperar control (“si hago X, dolerá menos”).
- Depresión: vacío, apatía, cansancio. No es rendirse, es contacto con la ausencia.
- Aceptación: no es “estar bien”, es integrar que la pérdida es real y empezar a vivir con ella.
El cuerpo también hace duelo: niebla mental, cambios de sueño y apetito, sobresaltos. Por eso las fechas señaladas o un detalle cotidiano (esa canción en el coche) pueden desbordarte aunque “parecía que estabas mejor”. No es retroceder: procesas por capas.
Tipos de duelo (para que lo que sientes tenga nombre)
Además del duelo por fallecimiento, hay otras pérdidas que duelen y cuentan:
- Duelo amoroso (ruptura): no muere una persona, muere un proyecto y la versión de ti en esa relación.
- Duelo por mascota: el vínculo es real y diario; la casa suena distinta.
- Duelo laboral: se pierde rol, tribu y estructura del día (despido, cierre, jubilación).
- Duelo por enfermedad/diagnóstico: cambia el cuerpo o el futuro esperado; es un duelo sostenido.
- Duelo ambiguo: no hay cierre claro (desaparición, demencias).
- Duelo desautorizado: el entorno lo minimiza (“no es para tanto”), y te quedas sola/o con ello.
Ponerle nombre no reduce el amor, pero sí baja la culpa y ayuda a decidir qué rituales y apoyos te pueden servir.
Los recuerdos que pesan
Hay objetos que se vuelven imanes: una foto, una prenda, una carta. A veces los guardas como si fueran el último hilo que te une; a veces no puedes ni mirarlos. Ambas cosas están bien.
El cuerpo recuerda incluso cuando intentas distraerte, por eso un cumpleaños, un aniversario o un olor pueden encender la ola. No estás fallando: estás colocando piezas a medida que puedes, con recaídas, saltos, respiros y pequeñas victorias que no siempre se ven.
Lo que nadie dice
El duelo no es solo tristeza: también rabia, confusión, incredulidad o alivio. Y todo eso es válido.
Las frases hechas (“el tiempo lo cura todo”, “sé fuerte”) suelen apretar más que ayudar. No necesitas consignas; necesitas un espacio sin prisa ni juicio.
Sentir dolor no significa estar estancada/o; significa que sigues conectada/o con lo que fue importante. El dolor es la forma en la que el amor aprende a vivir de otra manera.
¿Cuándo buscar ayuda profesional?
Pide apoyo si notas que:
- Aparecen pensamientos de autolesión o de no querer vivir.
- Hay bloqueo funcional (cuesta sostener higiene, comer, tareas básicas).
- Te aíslas mucho o recurres a sustancias para “apagar”.
- La culpa o la rabia te desbordan y no se mueven.
- La pérdida fue traumática (súbita, médica compleja, conflictos previos sin cerrar).
La terapia de duelo ofrece validación, un mapa para entender lo que te pasa, herramientas de regulación (respiración, grounding, rutinas), rituales terapéuticos y un espacio para reconstruir sentido. En duelos traumáticos, enfoques como EMDR pueden ayudar a desatascar imágenes o momentos que se quedan pegados en el cuerpo.
Si lo necesitas, te acompaño
Si estás en un proceso de duelo y te cuesta sostenerlo sola/o, puedo acompañarte. Trabajo en Vigo y online, con un enfoque cercano, respetuoso y a tu ritmo.
En sesión, cuidamos lo básico, ponemos palabras a lo que duele, diseñamos rituales que honren el vínculo y buscamos herramientas para atravesar las olas sin culpas por volver a vivir.
No hay un tiempo para “estar bien”, pero sí hay maneras de estar más en paz mientras atraviesas este momento.